martes, 5 de abril de 2011

Reseña: "Outshined" de Soundgarden. Historia gringa, cabrones bien hechos y grunge


Fue hace veinte años cuando las cloacas de Soundgarden despidieron esa línea de lodo tibio y sustancioso que se llama “Outshined”. El latido pulmonar de Chris Cornell reptó por cinco minutos y once segundos en ese himno del grunge al que vale la pena volver a prestarle tímpano. Este escupitajo sónico proviene de las entrañas del nido gronchero por antonomasia: Seattle. Ahí en la punta occidental de septentrión gringo, cueva del tendón eléctrico de Hendrix, el génesis de los noventa parió a esa iracunda hidra que se devaneaba con arcadas de punk y heavy metal. Las cabezas de la quejumbrosa bestia tenían nombres como Nirvana, Pearl Jam, Alice in Chains. O Soundgarden.

La banda de Cornell nació en un Seattle que hervía con los cadáveres de una guarida de apuestas del Chinatown y los cuadrangulares de un primera base novato que sembró de astillas el antiguo Kingdome de los Mariners. Mientras la agrupación se daba a conocer en los bares del puerto, Ronald Reagan bromeaba en una cabina de radio frente a un micrófono que creyó cerrado: “comenzaremos a bombardear a los rusos en cinco minutos”… “señor presidente, está usted al aire”. Allá afuera, el panorama era trepidante. Cyndi Lauper se levantaba las enaguas y la Madonna “virgen”, vestida de novia, derramaba lascivia en el Radio City Music Hall de Nueva York. En el cine chorreaba ectoplasma de cazafantasmas y las navajas de Freddy Krueger empezaban a rasgar las tapias de Elm Street. Sting y la policía vigilaban cada respiro, Kevin Bacon pateaba el aire en Footloose y el cabello de Michael Jackson ardía flamígero en la filmación de un comercial de Pepsi.

Siete años después, Soundgarden ya grababa bajo el sello A&M en estudios californianos. Seattle olía a espíritu adolescente y la generación X derrochaba cinismo. El lineup era Cornell, Thayil, Cameron y Shepherd. En octubre de 1991 salió el Badmotorfinger, patria de vinilo de “Outshined”. La patada sonora de estos cuatro, grito prosaico que habla de los altibajos espirituales (o estomacales), invadió las bocinas de un país que observaba el bañador rojo de David Hasselhoff en Baywatch y segregaba sacarosa marca Bolton con “When a Man Loves a Woman”. Se trataba de un álbum con más neurona que cerveza y condones. El videoclip del sencillo “Jesus Christ Pose” fue vetado en MTV. Se le acusó de verter contenido anticristiano en sus imágenes estroboscópicas de esqueletos crucificados. Mientras tanto, las tropas de Bush senior barrían las arenas iraquíes. El Nevermind de Nirvana y el Ten de Pearl Jam distrajeron al auditorio y Soundgarden se fue de gira con Guns N’ Roses. El disco se fusionó en una sola placa tripartita con sus coterráneos. Así firmaron la quintaesencia del movimiento. El guitarro Kim Thayil se llegó a referir al Badmotorfinger como “el White Album del metal”.

Hay que escuchar “Outshined”. Los latigazos vocales de un eclipsado Chris Cornell trepan por cuerdas calibradas a puños en Re. Los filosos riffs de Thayil despuntan con el falsete de Cornell: los alaridos de un cabrón bien hecho que nació bajo el signo de cáncer una noche calurosa de junio del 64, con las primeras cruces de lumbre del Ku Klux Klan y los quejidos vietnamitas. Toca exhumar el esqueleto trémulo de este fragmento vertebral del Badmotorfinger que todavía arde con su enojo, su pólvora y su antiglamour.

I'm feeling that I'm sober, even though I'm drinking. I can't get any lower. Still I feel I'm sinking. So now you know who gets mystified. Show me the power, child. I'd like to say that I'm down on my knees today. It gives me the butterflies, gives me away till I'm up on my feet again. I'm feeling outshined.