martes, 7 de agosto de 2012

Godzilla en Wembley. Apuntes en japonés



El descomunal reptil radiactivo tomó aire y se zambulló en el Pacífico. Minutos después emergía del Canal de la Mancha, sacudiéndose con estrepitoso rugido eléctrico. Luego de hacer compras por Chelsea y Kensington, y tras escuchar el sermón de las cuatro en San Pedro de Westminster, enfiló rumbo a Wembley. A dos tiros de piedra, el batallón azul de samuráis escuchó su rechinido nuclear. A temblar. Godzilla, el entrañable kaiju que habita en el subconsciente nocturno de los chamacos japoneses, entró sin boleto al templo londinense y, como es su costumbre, les rompió todo.

El Budokan de Tlalpan
Hace 44 años, la bestia y su aliento atómico estaban en pleno letargo. Cuando al Estadio Azteca le crecían pagodas de cemento, no acudieron al llamado. Eran tiempos de rechiflas presidenciales, películas de El Santo y silbidos de Bob Dylan. Ese mediodía de octubre del 68, un tal Kunishige Kamamoto se hurtó una medalla de bronce que le pertenecía a la casa. El oriundo de Kyoto, dicen, tenía 24 años y muy poca vergüenza.

Tecalitlán – Albert Hall: vía Abbey Road
En las líneas tributarias del Támesis, el pergamino tendría que leerse diferente. En un principio, cuando el enjambre nipón invadía la chinampa de Tena, se trataba de oler terrenos y escupir los nervios al agua. Pero Yuki Otsu, atacante de 22 años que se pasea por la Bundesliga, prendió un balón que fue a encajarse, con saña, en el portal de Corona. El fantasma de Kamamoto hacía florituras macabras por todo el Nuevo Wembley. Japón tocaba y se replegaba… y viceversa.

Pero en el terruño de Dickens, siempre surgen héroes desde la alcantarilla. Enriquez peinó a capela y Marco Fabián consumó el empate. Allá en su natal Tecalitlán, el mariachi Vargas y hasta los chivos de birria pregonaron con grito de agave. México descifró el código japonés y el kamikaze se topó con trampolín. Oribe Peralta disparó en isabelino y dictó voltereta. Luego se dio el lujo de taconear. Javier Cortés agradeció el gesto y atravesó la línea samurái para clavar la sentencia. México terminó caminando con la calma con que se cruza una calle en Abbey Road. Y allá en el archipiélago, en el Palacio Imperial de Tokio, las geishas sirven el enésimo sake mientras los señores niegan con la cabeza. Por otro lado, un mariachi toma las instalaciones del Royal Albert Hall para cantarle a José Alfredo… y a Chavela. Salú, chamana.  


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