jueves, 21 de febrero de 2013

Milan-Barcelona: la penúltima cena



Catenaccio de orden etrusco. Le bastaron dos punzadas con filo alpino para congelar el poco vientecillo catalán que llegó a San Siro. En el convento dominico de Santa Maria delle Grazie, de la mesa del ‘Cenacolo’ de Da Vinci emergen los gorgonzola y el Nebbiolo. La vieja Lombardía durmió con la soltura con que duerme un monstruo de 114 años y siete Champions League. Tras el último latigazo de ida en octavos, nada está escrito. Pero mientras la remontada en Barcelona se antoja épica, Massimiliano Allegri asegura que el tercero del Milan caerá en el Camp Nou. Avanti, bersaglieri.

En dos patadas (o la diáspora alegre)
El mosaico migratorio fue el encargado de inundar el estanco blaugrana. Del Golfo de Guinea a la puerta de Brandenburgo, con escala en Alejandría. Primero, Kevin-Prince Boateng, de linaje ghanés pero nacido en el Berlín federal, reaccionó ante un rebote bizarro. Ese disparo bajo electrizó al Giuseppe Meazza.

En el terruño de Virgilio hasta los goles se pueden escribir con los pies. A diez del final, el sablazo definitivo de la casa se tejió a tres tiempos. El ‘intermezzo’ le tocó a un italo-egipcio apodado “il Faraone”. Mediterráneo hasta la médula, Stephan El Shaarawy forjó un movimiento mitad-pase-mitad-floritura. La transacción la completó un ghanés de estirpe minera. Con la siniestra, Sulley Muntari encajó el segundo para la causa de San Ambrosio.

Finale
Restan noventa minutos. Pero mientras el 12 de marzo se vea lejano, en el cuartel lombardo se entrena según la ópera de Donizetti. La Gazzetta dello Sport amaneció con un “Diavolo in Paradiso: 2-0 al Barça”. Nada ensucia la efervescencia ‘rossonera’. Ni el agazapado y latente Camp Nou. Ni Berlusconi. Ni ‘niente’.

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